Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1081
Legislatura: 1884-1885 (Cortes de 1884 a 1886)
Sesión: 17 de junio de 1885
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Discurso sobre la interpelación sobre el estado de la salud pública
Número y páginas del Diario de Sesiones: 175, 5120-5123
Tema: Interpelación sobre el estado de la salud pública

Me ha movido principalmente a pedir la palabra, el espectáculo que más de una vez he presenciado en la tarde de hoy; espectáculo que declaro es poco agradable. Pero todavía lo hubiera dejado pasar por poco agradable, si no lo creyese además altamente perjudicial.

El espectáculo a que me refiero es el de que el Gobierno y la mayoría parecen interesados y procuran demostrar que estiman como una satisfacción en que el cólera, o lo que sea, que existe en alguna provincia, y de Real orden se quiere que exista en Madrid, sea el peor de los cóleras conocidos, el más aterrador de todos y el que con más rapidez se propaga. De manera que no sólo veo yo pánico en el Gobierno y en la mayoría, sino que sospecho que hay gusto e interés en extender el pánico a los demás.

Yo no voy a intervenir en esta discusión que acabáis de oír, verdaderamente técnica, por una razón muy sencilla; porque yo no soy médico y entiendo poco de medicina, mejor dicho, no entiendo nada. Pero sin ser médico y sin intervenir en esta discusión con aquel título, voy a tranquilizar a todos los Sres. Diputados y aún al Gobierno. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Está muy tranquilo). Al menos por lo que tiene relación con Madrid, nunca y si algún médico sabe lo contrario, que se levante a rebatirme con datos; nunca se ha disfrutado en Madrid mejor salud que la que se disfruta hoy. La mortalidad, término medio, en Madrid, en el mes de junio en que estamos, porque varía según los meses, es de 40 a 50 fallecidos. Pues en el mes de junio en que estamos, ved la proporción de los muertos y aseguro que no llegará a 42. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Pero estamos a 15). Pues si estamos a 15, por eso sólo se han muerto 21. Es grande empeño el que el Gobierno tiene en que nos hemos de asustar: pues no queremos asustarnos. Es gran interés éste de que ha de haber cólera y de que aquí nos morimos todos; pues no, aunque el Gobierno pretenda otra cosa, no se muere en el mes de junio más que el mismo número de personas que las que se murieron en el mes de junio de los años anteriores, y al contrario, hasta ahora han muerto menos.

Pero diré otra cosa para que os tranquilicéis: no sólo la mortalidad general, comprendiendo en ella todas las enfermedades, no es mayor que lo que ha sido en años anteriores, y por consiguiente, no sólo la salud general es tan buena como lo fue en los años que mejor ha sido, sino que de esa enfermedad sospechosa se han muerto hasta ahora muchos menos que los que se murieron en años anteriores en el mismo mes. Que es la reinante una enfermedad sospechosa, se dice, y es verdad; pero es porque de ella se ha afirmado y se sostiene que han fallecido los que fueron víctimas del cólera-morbo nostras, cólera-morbo esporádico, de los que se llamaban antiguamente cólicos de Madrid, y de otra porción de enfermedades que tienen mucha analogía con el cólera, que tienen síntomas parecidos a los síntomas del cólera, que son los casos que han ocurrido y que ahora se califican de sospechosos. Pues bien; de estas enfermedades han [5120] muerto hasta ahora, 17 de junio, muchos menos individuos de los que han fallecido en otras ocasiones.

Os voy a dar, Sres. Diputados, un dato importantísimo de otra época. ¡Ah! si entonces hubiese estado en el poder el mismo Gobierno que ahora, ¡qué medidas se hubieran tomado! No hace muchos años que de estas enfermedades que tienen síntomas parecidos a los del cólera, como los catarros intestinales, el cólera llamado esporádico, el cólera infantil, la disentería y otras, murieron en el mes de junio más de 300 individuos, y los datos están en el Ministerio de la Gobernación. De 200 pasaron algunos días los individuos que fallecieron de estas enfermedades, y ahora el día que más, que es por lo visto el primer día en que apareció el número de atacados en la Gaceta, se dice que son diez los atacados, de cuyo número hay que rebajar mucho, como se ha rebajado todos los días, porque se nos ha dado primero un contingente crecido de atacados de esa enfermedad sospechosa y después ha habido que rebajarlo y reducirlo a menos de la mitad, y aún así, el día que más ha habido cinco o seis casos. Hoy, y es casual, por cierto al día siguiente de haberse publicado la declaración del cólera en la Gaceta, hay más casos que en ningún día; ya vemos cuántos hay que rebajar. (Un Sr. Diputado: Ha habido menos). Más que ningún día, repito, porque el que más, recordarán los Sres. Diputados que no han pasado de cinco casos; y por cierto que el Sr. Ministro de la Gobernación creía que tenía el cólera tan seguro en su mano, que aseguraba que diariamente no pasaría de ese número el de los atacados.

Yo no dudo que en Madrid ha habido casos y que los habrá de cólera-morbo, como los ha habido otros años, como los ha habido todos los años sin que hayan sido conocidos, como no se hubieran conocido este año si el Gobierno no hubiese tomado medidas exageradas para demostrar a todo el mundo que hay una cosa que no ha existido nunca.

Y en el deseo que tiene el Gobierno de que todo el mundo se ausente de Madrid, ya recordaréis que hace pocos días decía el Sr. Ministro de la Gobernación que una de las medidas, la más provechosa que debían tomar los vecinos de Madrid, era la de marcharse pronto y volver tarde.

¿Qué ha ocurrido este año en Madrid que no haya ocurrido otros años? Está demostrado por certificaciones de los facultativos, que no ha habido hasta el día 15 ninguno de aquellos que haya certificado que un individuo haya fallecido víctima del cólera-morbo epidémico o del cólera-morbo asiático, diga lo que quiera el delegado a que ha referido el Sr. Camisón, porque el delegado no certifica, el delegado no asiste a los enfermos. Entre los médicos que han asistido a los enfermos y que han dado las certificaciones de defunción, no ha habido ninguno que, según mis noticias, haya dado la certificación de haber muerto nadie de cólera-morbo asiático o de cólera-morbo epidémico hasta el día 15. Sólo ha habido un médico que se ha atrevido, digo mal, que creyó que un enfermo suyo había muerto del cólera-morbo, pero se detuvo en el cólera-morbo; no lo calificó, no le aplicó adjetivo ni epíteto alguno, y lo mismo puede ser, por consiguiente, cólera-morbo nostras, que cólera-morbo epidémico. De manera que el primer caso, por declaración facultativa, no apareció hasta que en la otra Cámara hubo un Sr. Senador, que es perito en estas materias, que dijo que hasta aquel día, según sus investigaciones, no había muerto nadie en Madrid de cólera-morbo epidémico o de cólera-morbo asiático.

Apareció, pues, al día siguiente de la manifestación del Senador indicado, una certificación, una sola referente a uno que había muerto del cólera-morbo, y al otro día, o sea el anterior a aquel en que se publicó la Real orden en la Gaceta, hubo otra certificación de uno que había fallecido del cólera-morbo epidémico.

Para ser exacto no debo olvidar tampoco que después se han visto otras certificaciones del médico de la Guardia civil, que se refieren a dos mujeres de individuos de ese cuerpo; de cuyos documentos resulta que han fallecido también del cólera-morbo epidémico; pero hay que advertir que esas mujeres eran esposas de dos guardias civiles procedentes de Valencia o de Alicante; por más que yo tampoco me atrevo a decir con toda seguridad qué es lo que ocurre en Valencia, porque de tal manera van ocurriendo las cosas, que tengo yo motivos para dudar de lo que sucede en aquella ciudad.

Pues bien, Sres. Diputados; aunque sea cierto esto, aunque sea cierto que haya habido algunos casos de cólera-morbo epidémico o de cólera-morbo asiático, si hasta ahora no representa foco ninguno, si no se extiende, si no hay motivo para que se asuste a nadie, si no se propaga, ¿para qué declarar que hay en Madrid verdadera epidemia? ¿A qué anunciarlo de un modo solemne en la Gaceta oficial? ¿Qué dirían de nosotros al otro lado de las fronteras? ¡Ah! dirían que porque ha habido algún caso en Madrid se ha declarado la capital del Reino invadida, sucia, y se ha proclamado oficialmente que el cólera existe en ella. ¿Dónde ha aprendido esto el Gobierno? ¿Dónde lo ha visto? ¿Para qué lo ha hecho? ¿Qué necesidad tenía de hacerlo? ¿Se necesitaba esa declaración para adoptar las medidas necesarias a fin de que si en efecto hubiera algún foco de epidemia, ese foco desapareciera? ¿Qué dificultades habían encontrado? ¿Qué nuevas facilidades ha dado la publicación de esa Real orden en la Gaceta? ¿Va a disminuir el mal porque se haya hecho esa publicación? ¿Qué base, qué razón, qué conveniencia ha servido de apoyo al Gobierno para hacer esa declaración tan inoportuna y tan perjudicial en la Gaceta? ¿Qué fundamento ha tenido para hacer una declaración semejante?

Yo no tengo inconveniente en llamarla verdaderamente temeraria; sí, porque es una Real orden que no tiene precedentes ni aquí ni en ninguna parte.

Más cólera había en París, porque allí existía verdadera epidemia y aquí no la hay, y sin embargo no se hizo allí esta declaración. Porque al fin, Sres. Diputados, ¿qué epidemia es esta que respeta los grandes centros de aglomeración de personas, que respeta los hospicios, los conventos, los hospitales y los cuarteles? ¿Dónde está, pues, esa epidemia? (Aplausos en una tribuna. -Aprobación en las minorías).

¿Qué cólera es este que permite que las tropas estén haciendo ejercicios militares, tomado el sol todo el día, cuando si en efecto hubiera cólera, no debería permitirse que a esos ejercicios se dedicaran? (El Sr. Presidente del Consejo: Ya no). [5121] ¿Ya no? ¡Si hay ahora la misma razón que ayer! ¿Cuántos más casos hay hoy que había hace quince días en Madrid? Y luego, a pesar de esta epidemia, ¿me quiere decir el Gobierno qué baja ha tenido el ejército a pesar de esos ejercicios militares y de esos soles que han tomado los soldados? Pues ni un solo soldado hay atacado en los hospitales militares de enfermedad sospechosa.

Es más: así como dije antes que la salud pública en Madrid había sido tan buena como en el año en que fue mejor, esto que he afirmado prueba que la salud del ejército en Madrid es ahora mejor que lo ha sido nunca. Y yo pregunto: si esto es exacto, Sres. Diputados, si la salud pública es completa en Madrid, hasta el punto de que no puede ser mejor, como no lo ha sido nunca; si en los grandes centros y aglomeraciones de gentes, si en los cuarteles, en los conventos, en los hospitales, en los asilos, en las escuelas, en las prisiones y en ninguna parte se ha dado un caso, ¿qué fundamento tiene la Real orden publicada en la Gaceta, como no sea el de alarmar y traer inmensos perjuicios a la población de Madrid?

Yo no sé si habrá de por medio algún interés político que el Gobierno pueda tener allá en sus misteriosas combinaciones. Yo no lo creo, porque eso no sería digno de ningún Gobierno, porque no se puede jugar con la salud pública por consideraciones políticas, por altas e importantes que sean. (Muy bien). Pero en fin, me parece absurdo, me parece atrabiliario este sistema de declarar oficialmente el cólera porque haya habido un médico que ha certificado una defunción de esa enfermedad, cuando, como habéis oído aquí, hay sobre ella varias opiniones: y ¡cuántas opiniones contrarias habrá! Probablemente, si sobre esa enfermedad que ha certificado un médico lo hubiera hecho otro, tal vez hubiese dicho que era una enfermedad distinta.

Y luego en medio de esto y para tomar una medida tan grave, que ha de traer tan grandes perjuicios a Madrid, para tomar una medida de esta naturaleza, el Sr. Ministro de la Gobernación procede por sí y ante sí; no consulta a ningún cuerpo, no acude al Consejo de Sanidad, no se acuerda para nada de las Juntas de los médicos y Academia de Medicina, no hace caso de nadie; se basta él solo, no haciendo caso tampoco del Consejo de Ministros; porque, señores, ésta ha sido una medida que no se ha adoptado en Consejo de Ministros. ¿Es tan poco grave tomar este acuerdo y publicarlo de Real orden en la Gaceta; es tan poco grave para la capital de la Monarquía, a cuyo pueblo tanta consideración se debe, que ha merecido tantas veces los halagos del Gobierno conservador, que ha sido tan encomiado con justicia por el Sr. Ministro de la Gobernación, que se puede adoptar aun cuando tanto afecte a su suerte y a su porvenir, sin acordarlo en Consejo de Ministros? ¡Ah! ¡Basta que lo haga el Sr. Ministro de la Gobernación!

Pero, ¿no es extraño que el Sr. Ministro de la Gobernación haya tratado a Madrid como no trató a Barcelona? Y en Barcelona, Sres. Diputados, hubo epidemia, confesada por la misma población, confesada por las mismas autoridades, y produjo la epidemia muchas más defunciones que hay hoy en día en Madrid, y sin embargo, el Gobierno no declaró el cólera en Barcelona, no lo declaró en Alicante, no lo ha declarado en ninguno de los pueblos en los que hace cuatro meses viene reinando ese azote cruel; y a los cuatro meses, cuando se declara oficialmente el cólera en esos pueblos que lo vienen sufriendo desde hace tanto tiempo, al mismo tiempo se declara en Madrid, donde todavía no se sabe si realmente existe, y donde por la opinión de las gentes, por lo que se ve y por lo que todo el mundo sabe, no existe, y afortunadamente lleva trazas de no existir si no ocurre algo extraordinario que ¡ojalá no llegue a suceder!

¿Por qué tratar a Madrid con esta desconsideración? ¿Por qué no hacer con Madrid lo que se ha hecho con Barcelona, con Alicante y con pueblos más inferiores a Barcelona y a Alicante, inferiores en el sentido de la población que cuentan y en el de la riqueza, que en otro sentido para mí todos los pueblos de España son iguales? Lo que sucede, pues, es que hay varios pueblos que llevando cuatro meses de ser víctimas de esa cruel enfermedad, no se ha acordado el Gobierno de declarar oficialmente la existencia en aquéllos del cólera hasta que ha creído conveniente o se le ha antojado que debía declararse también en Madrid.

Pero ¡ah! ¿Qué hay en esto de extraño? ¿Qué puede sorprender el que este Gobierno, el que el Sr. Ministro de la Gobernación trate a Madrid con la desconsideración con que lo ha tratado, si al fin y al cabo Madrid no es más que un pueblo de vagos y consumidores, no es más que el estómago del país, como decía ayer el señor Ministro de la Gobernación?

¡Ah señores! Madrid no tiene comercio, no tiene industria, no tiene arte; aquí no hay más que burocracia; y sin embargo, ¿cuál es la provincia más trabajadora, más industrial de España? ¿Barcelona?

Pues vamos a comparar Barcelona con Madrid. Resulta, señores, que Madrid paga por comercio y por industria doble contribución que Barcelona. (Rumores en el lado derecho de la Cámara. -El Sr. González, D. Teodoro, pronuncia algunas palabras que no se oyen. El Sr. Presidente agita la campanilla). Tengan entendido los señores catalanes, que por lo visto no me han comprendido, aunque me he explicado muy claro, que yo he escogido a Barcelona, no para lastimarla ni ofenderla, sino porque con cualquiera otra provincia que hubiese elegido, nada de particular tendría el resultado de la comparación; yo la he preferido porque se cree, y es verdad, que la provincia de Barcelona es una de las más industriales, más trabajadoras y más ricas de España.

Pues bien; aún así, Madrid, según el criterio del Gobierno y según el barómetro que le sirve para saber qué provincia es más o menos rica, qué provincia es más o menos industrial, qué provincia es más o menos trabajadora, resulta que para el Gobierno, Madrid es doblemente trabajadora, industrial y rica que Barcelona. Y es fácil probarlo: según los datos del ejercicio de 1879-80, y todavía sale perjudicado Madrid y beneficiada Barcelona desde el año 1880 en adelante, Madrid paga por subsidio industrial y de comercio 7.648.861 pesetas, y Barcelona 3.897.575 pesetas. Es decir que Madrid paga el doble de contribución por subsidio industrial y de comercio. Pues ahora oíd otro dato: haciendo la división por habitante, resulta que cada habitante de Barcelona paga por subsidio industrial y de comercio 4'75 pesetas, mientras que cada holgazán madrileño no paga más que 6'25 pesetas. (Risas). [5122]

Ahora yo declaro que no opino por esto que Barcelona, en cuanto a contribución industrial y de comercio (y al fin y al cabo de que el verdadero Conde es el que paga), venga a pagar lo mismo que Madrid.

Pero, puesto que Madrid no tiene comercio ni tiene industria ni tiene nada, por lo demás hágase que Madrid pague lo que Barcelona, que para no tener nada, ya es bastante pagar. (Risas). Tampoco pido, señores Diputados, que se haga con Barcelona nunca lo que hoy se hace con Madrid; pero sí reclamo, y creo que tengo derecho para ello, que se haga con Madrid lo que se hizo el año pasado con Barcelona; me parece que no pueden quedar descontentos los catalanes.

Pues bien; ¿qué revela esto, más que una desconsideración incalificable a la capital de la Monarquía? ¿Qué gana el Gobierno con esto? ¿Es que quiere ser sólo Gobierno de las afueras? (Bien, en las minorías). Señores, ponerse mal con la capital de la Monarquía; cuando la historia de todos los demás países nos demuestra que no hay ninguna que se iguale con la capital de la Monarquía española, cuyas clases sociales, todas, desde la más alta a la más inferior, no tienen superior en ninguna otra capital del mundo, ni por los sentimientos de nuestras clases altas, ni por la manera con que éstas tratan a las que no lo son, por desgracia de ellas, tan altas como las primeras, ni por la índole, ni por las costumbres de las clases más inferiores, me parece una ingratitud increíble; porque yo declaro que en las clases pobres de la capital de la Monarquía no ha habido más que obediencia, sumisión y buenos sentimientos que se han revelado siempre en momentos terribles para la paz pública y para el orden.

Pero aparte de esto, que por sí solo es bastante para que no se le trate con la dureza que el Gobierno la trata, debe merecer una consideración especial, porque la capital de la Monarquía es el centro de la ilustración, es donde está reunida la alta magistratura, donde viene, y digo esto sin ofender a las demás provincias, todo lo mejor de éstas, y donde vive y se agita y se desenvuelve todo lo más grande que tiene la Nación. ¿Qué va a sacar, pues, el Gobierno con haberse puesto enfrente de la capital de la Monarquía?

(El Sr. Presidente del Consejo consulta para prorrogar la sesión).

Pues por eso, Sr. Presidente, no necesito la prórroga, porque precisamente si dejo de decir algo de lo que pensaba, es por haber pasado las horas reglamentarias. Por consiguiente, la prórroga, será el Gobierno el que la pida, que yo no la necesito. [5123]



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